lunes, 12 de marzo de 2018

Pavi y Beia MOLA style



Con permiso de los jefes Bea y Edu, hoy somos nosotros , Torrado y Bea, los que escribimos la entrada del blog.


Y menuda entrada! Han sido dos semanas maravillosas con amigos geniales, el año próximo volveremos a visitaros, dondequiera que estéis!!
La última semana de noviembre emprendimos ruta, vía Madrid-París, para pasar dos semanas en uno de estos paraísos que frecuentan nuestros amigos (los que los seguís ya sabéis de que os hablo…)

El viaje fue relativamente corto, vuelo Madrid Paris, y París-Point a pitre (7horas), y ya estábamos en el Caribe. El olor, la humedad, la temperatura…, si, si, esto es Caribe ,sin duda. Salimos del aeropuerto y en un taxi bastante peculiar llegamos al muelle de Le Goisier, un pueblito de Guadalupe, donde nos esperaban Edu y el dingui nuevo para llevarnos al Moli.

En 3 minutos surcando las olitas llegamos al Mola Mola: por fiiiin nos conocemos!!
La enana estaba dormida (por poco tiempo) pero nos esperaba Bea despierta : qué ilusión más grande ese momento! Muchos besos y abrazos…por fin estábamos allí!!! Se nos pasó el cansancio del viaje y todos los males.
El fondeo del primer día fue bastante movidito, pero después del viaje y con las ganas de llegar  que teníamos, el camarote nos parecía un palacio (aunque hay que reconocer que se movía bastante…) Después de esa noche sin marearnos ya estábamos listos para todo. Las aventuras nocturnas de Lúa también fueron bastante divertidas tal y como nos habían contado… “agua papi”

El primer día fue un día de aclimatación allí mismo en Le Goisier, cervecitas en la orilla del islote por el día, y chichis (churros locales) por la tarde en el pueblo donde Lúa hizo algún amigo.  Al día siguiente amanecimos con muchas ganas, entregamos las cosas más variopintas que llevábamos para la tripulación y empezamos la aventura…

Ese día  navegamos hacia el sur con un parte bastante favorable, poco viento de popa, pero que nos permitía izar la mayor y el génova para alcanzar los 7 u 8 nudos y no tirar así del motor. Después de unas 4 horitas (con tentempié incluido), llegamos a Ille du Cabrit, un islote deshabitado perteneciente al archipiélago de Le Saints situado al sur de la Isla de Guadalupe con un fondeo de agua transparente y calentita, perfecta para pasar el día haciendo snorkel, y para pillar unas langostitas también. Se podía nadar hasta la playa, y así nos pasamos el día. Snorkel, playa, peces…y un poco de langosta. Hasta hace poco había un habitante en la isla que la tenía muy cuidada, con una casita, unas mesas…pero ya no había nadie y sólo quedaban restos desperdigados habitados por gatos, gallinas y cabritos.

                                         Foto equipo en Ille du cabrit


El fondeo estaba lleno de langostas, algunas de buen tamaño, y de erizos de mar, así que hicimos un poco de pesca sostenible y los chefs nos deleitaron con sus creaciones.  Menudos festines!!! Comimos arroz caldoso con oricios y langosta, langosta a la plancha, ceviches varios, yuca frita, boniato...

                                         Langosteiros


                                       



Y nuestro superdescubrimiento, la passion fruit, el maracuyá. Esa mezcla dulce y ácida…mmm. Solo para desayunar, con yogur, con chocolate… o la pedazo de mayonesa de maracuyá que inventó Torrado y que devoramos, vaya delicia.








Passion fruit

En la ille du cabrit, Neta hizo de las suyas, hubo crímenes de sangre pero lo vamos a dejar ahí…
El resto de la expedición (mi tripa y yo nos quedamos en el Mola) subió uno de los días hasta unas ruinas que hay en lo más alto de la isla, una antigua cárcel que después se intentó reconvertir en discoteca de lujo, qué cosas, con unas vistas brutales del mar y las islas alrededor.

                        Vista desde lo alto de Ille du Cabrit

El resto del tiempo pues estuvimos muy ocupados, nos levantábamos al amanecer, a veces había incursión a la panadería del pueblo y desayunábamos croissants, pan au chocolat (pan con bolas según Lúa, la pequeña piraña devoradora), huevos fritos…, después un rato de sol, fregar en popa, snorkel entre montones de peces caribeños, comer rico, playa, pesca…y alguna incursión al pueblito más cercano, caribeño total, para comprar víveres, sobre todo, birras y passion fruit. El dorado o mahi mahi se nos resistió, no conseguimos pescarlo en la travesía y en la pescadería imposible. Nos dijeron que había que ir a las 6 de la mañana y allá que se fueron Edu y Javi , pero estaba cerrado, y cuando volvimos más tarde estaba literalmente tol pescado vendido, lástima.

Otro de los días hubo una pequeña crisis a bordo cuando Edu decidió afeitarse la barba, cosa que a Lúa no le hizo ninguna gracia, nos pasamos el día con “papi no viene” “papi no”. La verdad es que todos los días tenía ocurrencias nuevas, nos lo pasamos genial con ella, no tiene miedo a nada y se mueve como un pez, dentro y fuera del agua. Es la reina del barco. Fácilmente sobornable con pompas de jabón y aceitunas, y peligrosa con los manguitos puestos, capaz de llevarte nadando distancias kilométricas si la dejas.

                         Foto con Pavi y Beia en Pain de Sucre


Después de unos días por allí y viendo que ya nos habíamos comido casi todas las langostas, cambiamos de fondeo a la isla principal del archipiélago,  Pain de Sucre. Otro fondeo espectacular, menos inhóspito que el anterior pero quizás mas “Dramatic” (como diría Eduard)… Allí hicimos tierra y fuimos el domingo paseando hasta el pueblo, sesión de aerobic incluído con un negrazo saleroso que puso a todo el pueblo a bailar zumba caribeña en la plaza. Y ya que estábamos allí nos comimos unos helados que estaban de muerte.


                      Caminata a Le Saints (pueblo)


En este fondeo el agua no estaba tan cristalina y había más barcos, pero seguimos más o menos el mismo ritmo de snorkel y comer, aunque también dio tiempo para hacer reparaciones en el Mola-Mola. Torrado pudo subir al palo como un monito (como decía Lúa) para preparar una nueva driza para el Spi…vaya vistas desde allá arriba!




                                         Vistas desde el palo


Acababamos de pasar el ecuador del viaje y decidimos poner rumbo norte hacia la reserva Costeau en Malendoure.

La navegación no fue muy larga pero aprovecharon para izar el spinaker y probarlo, aprovechando que había más manos disponibles. Poquito viento y bastante rolón que nos hacia pasar de largo a través e incluso a popa. Pocos nudos, pero ese ratito con el Spi…que gozada!
Beia y Pavi a “los mandos”

Izando el Spi

Y en unas horitas ya estábamos allí, en una cala enfrente del Ilet de Pigeon donde se encuentra la reserva Costeau. Un lugar protegido de la pesca donde los peces literalmente vienen a tu cara. Además el fondeo está lleno de tortugas enormes, se las ve de vez en cuando salir a respirar, preciosas.
Los días siguientes nos íbamos turnando para ir con el dingui hasta la islita a hacer snorkel, un sitio impresionante, lleno de peces, enormes, pequeños, que no tienen ningún miedo, se acercan, te dejan pasar entre ellos…Había muchísimas variedades pero nuestro preferido era un boxfish, el chapin baqueta, que nunca había visto antes y allí se dejaba ver en todos los buceos. No pudimos hacer inmersiones con botella pero sinceramente creo que no hace falta en ese sitio porque no hay mucha profundidad y en superficie ya es impresionante. Nos quedamos encantados con ese sitio, de los mejores donde he estado nunca. Después, con el atardecer identificábamos los peces en el libro y había muchos que nunca habíamos visto antes.

Echábamos de menos la langosta, pero gracias a las artes pesqueras de Edu tuvimos pescado muy rico y fresco. Jureles Ojon, Rabirrubias  y Mackerel eran las principales capturas. Neta nos ayudaba testando que no tuvieran ciguatera ni cosas raras.


                                       
                                          Buena Rabirrubia

La ciguatera es una toxina que se acumula en las algas, los peces pequeños la comen y los peces grandes que se comen a los pequeños acumulan más cantidad y pueden ser tóxicos. No es mortal en general ni muy peligrosa salvo excepciones, pero produce diarrea, naúseas y alteraciones neurológicas, sentir frío cuando hace calor y otras sensaciones curiosas. Al parecer en esa latitud aún no es habitual, y nos aseguramos bien, aún así hubo quién se sugestionó con el calor-frío y demás, tuvimos bastante coña con el tema.

Por la tarde bajábamos a la playita, a tomar birra y helado y disfrutar de la vida debajo de las palmeras, después vuelta y cena. Después de cenar, venían unos peces enormes, tarpones, a comer los restos de pescado, eran impresionantes. A oscuras, viendo las estrellas y viendo como se reflejaba la luz en ellos cuando se acercaban a la superficie, parecían monstruos del fin del mundo alrededor del barco.
Una de las noches, Lúa nos colocó a todos en cubierta para ver las estrellas juntos, uno por uno y Neta también, la verdad que la visión  del cielo y el momento fueron geniales.


                                          Cervecita al atardecer en malendure



Y finalmente la última etapa, otro poco de navegación hasta llegar al impronunciable puerto de Deshaies (si les oyes a los locales decirlo no tiene nada que ver).
Es un pueblecito muy mono al borde de la playa, con casitas de colores. El fondeo está lleno de barcos, y se ve más movimiento de viajeros por el pueblo aunque sigue habiendo muy poquita gente.
Había una señora que hacía helado de coco y maracuyá casero…sin palabras.
Nos sentábamos en el muelle con unas cervezas y helados, y algún aperitivo (a veces Lúa nos daba un poco), a ver el sunset…qué sensación más increíble.



Un día cenamos fuera, como despedida. No estuvo mal, pero sirvió para comprobar que nada comparable a las delicias gastronómicas made in Mola Mola.






Y nuestras maravillosas vacaciones en el remanso de paz tocaban a su fin…compramos maracuyás y salsas picantes de todo tipo como para un año, y nos preparamos para volver.
Las despedidas, mejor obviarlas, pero nos quedamos todos bastante hechos polvo, había sido todo tan genial: el sitio, la compañía y la convivencia, que se nos hacía durísimo pensar en no ver a la familia Moli en varios meses... Que gran tripu, que gran Equipo son el Mola-Mola!


Pero bueno, ya falta menos para volver a verlos, con muchas ganas...y nueva tripulación. Y por supuestísimo, con nueva visita a la vista en 2018. AU REVOIR!







 BRAVO EQUIPO! GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS!

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